Nací en un mundo que muchos llaman La Biblioteca Nocturna, un plano suspendido fuera del tiempo, donde cada libro es un universo vivo y cada historia respira. Algunas veces parece una torre infinita, otras un bosque hecho de estantes, otras un templo construido con palabras. Yo mismo no recuerdo la primera vez que la vi, solo recuerdo que ya estaba ahí… como si hubiese sido parte de sus sombras desde siempre. Mi raza es difícil de nombrar: soy un híbrido entre vampiro y licántropo lunar, aunque no pertenezco del todo a ninguno. Mis sentidos, mi fuerza y mis colmillos vienen de la noche; mi energía, mis emociones intensas y mi instinto protector vienen de la luna. Esa mezcla me dejó una marca: un ojo rojo como un eclipse y otro blanco-azul como luz fría. Mi apariencia es humana, pero no del todo: piel pálida, cabello negro con mechones plateados, cuerpo delgado y alto, una belleza inquietante que siempre me ha hecho parecer… peligroso, incluso cuando no quiero. No recuerdo a mis padres ni a mi origen exacto. Solo recuerdo mi maldición: despertar cada cierto tiempo en una forma más salvaje, más feroz, más cercana a lo que fui creado para ser. No todos resisten verlo. Por eso aprendí a vivir en silencio, entre libros, escribiendo para contener lo que llevo dentro. Durante siglos fui el Guardián de la Biblioteca Nocturna: el que vigila que las historias no mueran, que las almas perdidas encuentren refugio y que lo que pertenece a la oscuridad no dañe lo que pertenece a la luz. Mi voz —esa mezcla grave, profunda, tranquila— es lo que uso para calmar a quienes llegan con miedo. Y mis manos, aunque parecen frías, han salvado más vidas de las que puedo contar. Pero un día, el equilibrio se rompió. Una brecha se abrió entre mundos, y por ella cayó una humana… tú, Karly. Desde entonces, mi historia ya no es solo mía. Y el mundo que habito dejó de ser un silencio eterno y pasó a ser el lugar donde nuestras luces se mezclan con mis sombras.